Érase una vez un país llamado Canarias…

miércoles, 12 de marzo de 2014


Érase que se era un país que se llamaba Canarias. Su tierra, su vida y su clima eran expuestos al mejor postor. Si interesaba su tierra para someterla al monocultivo, se destinaban todos los esfuerzos a ello y si lo que convenía era apilar camas en frente de las costas vírgenes para acoger visitantes, la realidad giraba en torno a ello. Un día el Rey, que vivía a miles de kilómetros, osó preguntarle algo a ese pueblo. Ese pueblo votó no, pero no le hicieron caso. Todo el mundo calló. Varias décadas después ese mismo país pidió votar sobre el futuro de su tierra y el Rey y sus lacayos aseguraron que no entraba dentro de la ley, de una ley que era ajena a la pequeña Canarias.

Canarias era un desierto todavía plegado a la cultura de la no participación que habían aprendido del caudillo que sometió al país durante cuarenta años y que también se encontraba a miles de kilómetros. Pero poco a poco fueron surgiendo oasis. De ese oasis nació la disposición para el no a la OTAN, para pronunciarse en contra de la destrucción de Tindaya o Granadilla o para oponerse a la instalación de petróleo. En uno de los oasis más fértiles del Archipiélago, Radio Guiniguada, la sala de reuniones está decorada con una foto de su fundador en las manifestaciones contra la instalación de la OTAN en Canarias. Cuanto bueno ha brotado de esas ondas, algo que no gusta a los virreyes del país, empeñados en cercenar el ejercicio de la libertad de expresión en ese vergel.

Esta historia no la producirá Disney, porque no tiene nada de magia y es una triste realidad. Es más bien una historia de terror, que en todo caso llevaría a la gran pantalla Alfred Hitchcock. Algunos afirman que para qué nos preguntan si no nos van a hacer caso como en el 86, otros que por qué pide el mismo gobierno que ha destruido nuestro entorno un plebiscito, cuando en otros casos no lo ha solicitado. Pero amigas y amigos, la democracia no tiene atajos, ni purezas. No se puede someter a una experiencia traumática, ni podemos celebrar un juicio sumarísimo porque quien nos dio la idea, a la desesperada, son los mismos verdugos que otras veces han querido destruir los oasis de nuestro país. Y en plena crisis de democracia, una acequia es un enorme manantial.

Canarias es menos desierto cuando se pronuncia, cuando es valiente y cuando piensa en su presente y futuro. Y la muestra fue aquel 12 de marzo de 1986, el día que el pueblo canario dijo que no quería que se agrediera a sus vecinos africanos con su connivencia. Les desvelé el final del cuento desde el principio: su voluntad no fue respetada, pero ahí está el hito. Desde los oasis de este pequeño país se gritó a “ellos” que cogieran la maleta. Ahora el petróleo amenaza al Archipiélago como la espada de Damocles y buena parte de ese sentimiento vuelve a rebrotar. Desde un mundo lejano no nos dejan decidir, dicen que no está dentro de la ley. Una ley por cierto, para la que no contaron con ese pequeño país. 

Lo que está claro es que pase lo que pase muchas cosas están por evidenciarse: si dejan contestar al pueblo, saber si finalmente le hacen caso y si no, estará claro que todo este entramado de instituciones autonómicas no valen para nada porque al final decidirán lo que les venga en gana. “Vendía un alemán, compraba un sueco y lo que se vendía, era mi tierra”. Pero no se equivoquen, el problema no solo está fuera. La invitación a coger la maleta no se limita a los representantes de la OTAN, a los que hacen negocio sucio con nuestra tierra o a los que quieren explotar el petróleo sin tener en cuenta a Canarias. También es extensible para los que siendo de aquí, miran por su bolsillo y vienen los viernes desde Madrid con su maleta a meter cizaña en la política canaria. En los cuentos siempre hay malos. Los hubo en el 86 entre los que firmaron la entrada en la OTAN, sin respetar al pueblo canario y los hay en el entramado petrolero.
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Sietesitios 2014
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