La guerra silenciosa contra la bandera canaria

lunes, 6 de abril de 2015



Al que no le guste la bandera se la tendrá que tragar”. Esta joyita de la intolerancia no es el exabrupto de una independentista radical, sino las declaraciones de José Manuel Soria, ministro español malnacido en Canarias. Aún resuenan en la memoria de este pueblo las palabras, era su respuesta a las críticas ciudadanas a su bandera de exaltación insularista de 360.000 euros financiada por la misma ciudadanía. Este es el talante al que estamos acostumbrados en estas ínsulas cuando los fieles siervos de Madrid tratan de imponer sentimientos e identidades a este pueblo. Un hecho que contrasta, en mi opinión en demasía, con una sociedad que parece que debe pedir permiso para reafirmar su identidad. 

Duele reconocer que la sociedad canaria aún lastra complejos en lo más profundo de su imaginario colectivo. Así no es de extrañar que aún no se derrumben ideas tan arcaicas como que el español de Castilla es el culmen de la perfección de nuestro idioma, que los canarios hablamos mal. Que en líneas generales estamos convencidos de que todo lo extranjero siempre será más válido y prestigioso que cualquier producción o patrimonio ‘local’. Y por supuesto, si hay que pedir perdón públicamente por ondear nuestra bandera, por manifestar o tener identidad, se pide, no queremos ‘ofender’ a nadie... 

 En consecuencia, es más sencillo comprender episodios recientes de la actualidad canaria como el del regatista canario Carlos Hernández Robayna participante en la Regata Volvo Ocean Race en el barco de Mapfre. Tras pasar el Cabo de Hornos lo celebró con la bandera de su país. Este gesto natural y lógico, que también hizo su colega brasileño con la bandera de su respectiva nación, parece no ser comprendido por lo intolerantes de las banderas oficiales que hacen tragar a los demás. La intransigencia de algunos de estos elementos ha hecho que no sólo Mapfre retire de su página la foto, sino que el mismo regatista, del que nos tendríamos que sentir todos los canarios orgullosos, deba humillarse pidiendo disculpas públicamente por manifestar su identidad canaria, por ondear la bandera histórica de Canarias. 

Las palabras de Carlos Hernández nos dan verdadera lástima: “Me acaban de decirlo ahora. No sabía que esa era la bandera independentista, pido disculpas porque pensaba que era la bandera normal. Yo no quería ofender a nadie al sacar esa bandera. Me comentaban que ha creado polémica, no pensaba que podía ofender, era como un recuerdo bonito”. 

 ¿La bandera independentista? 

 Frente a los topicazos de la progresía hispana en torno a las banderas, la razón se impone. La bandera no es un todo en ningún caso, ni es motivo para violencia y agresión de ningún tipo, al fin y al cabo son sólo trapos. Pero las banderas no son importantes por sí mismas, sino por lo que simbolizan. Las banderas nacionales simbolizan una identidad o un pueblo y no necesariamente ninguna tendencia u objetivo político. Es verdad que la bandera canaria histórica fue creada por independentistas, pero no es menos cierto que desde hace décadas esta bandera es el símbolo, que diría Taburiente, de identidad de todo un pueblo. El hecho no es extraordinario, lo mismo ocurre en otros países como País Vasco o Puerto Rico.

Sin embargo, no puede hacer gala del mismo mérito la enseña impuesta décadas después por una institución que no contaba con una representación democrática ya que la primera Junta de Canarias, preludio del Estatuto y la Comunidad Autónoma, excluyó todo representante nacionalista. Sin estrellas verdes, con coronas borbónicas y con azul más...¿falangista? se impone desde arriba una bandera pretendidamente neutral. 

Lo cierto es que desde hace décadas la bandera canaria es utilizada tanto por independentistas como por no independentistas, nacionalistas y no nacionalistas. Cosa que no podemos decir de la canina autonómica. 

 La persecución de bandera canaria. 



 Hablamos de imposición, sí. No sólo se ha ignorado la bandera canaria por su origen nacionalista sino que se ha utilizado incluso la violencia para imponer la bandera autonómica. Sí, la violencia. Son múltiples los sucesos y testimonios de ciudadanos que afirman haber sido insultados, amenazados e incluso agredidos por portar la bandera canaria. Desde su creación, en 1964 por el MPAIAC, la bandera canaria fue considerada por las autoridades franquistas como una enseña ‘terrorista’, calificación que sigue sosteniendo el demócrata José Manuel Soria. A partir de la transición la bandera canaria se convirtió en un símbolo ineludible de todos los nacionalistas, parte de la izquierda y los movimientos sociales del Archipiélago. No obstante, durante esos años no fueron pocos los que recibieron agresiones e incluso palizas por exhibirla. 

Con la nueva bandera autonómica creada en 1982, que borraba las siete estrellas verdes por un antiguo escudo de armas con corona borbónica, no pudo sustituir a la bandera antigua bandera canaria en manifestaciones, deportes, murales...etc. Todo ello a pesar de la dificultad de obtener este símbolo y las agresiones. 

Y es que los testimonios de presiones o agresiones por exhibir la bandera canaria se han acumulado durante décadas; en vehículos, a personas, manifestaciones, etc. Quizás las más conocidas son las que más eco mediático. Valga como ejemplos el del intento de agresión a ciudadanos que portaban banderas canarias en el seno del movimiento 15-M, u otro más grave como el de la brutal agresión de una ciudadana en la Fiesta de la Rama por parte de  miembros de la Policía Local de Agaete a las ordenes del Alcalde del PP Antonio Calcines por el simple hecho de portar la bandera canaria. Otro alcalde, en este caso de Coalición Canaria, Isaac Valencia de La Orotava, que en la Romería de dicha localidad agredió a una vecina del municipio por la misma razón. 

 Existe un miedo a exhibir la bandera canaria por tantos ciudadanos que prefieren ahorrarse un problema o ser etiquetados políticamente por la intolerancia españolista. Quizás eso explique el hecho de que por ciudades, barrios y campos del país difícilmente los ciudadanos se atrevan a ondear la bandera canaria pero como en manifestaciones multitudinarias, al calor de la mayoría social, aparezcan todas juntas. 

Un clima de miedo a expresar nuestra identidad que se respira en todos los ámbitos de una sociedad que curiosamente es gobernada por autodenominados ‘nacionalistas canarios’ desde hace más de dos décadas. Un clima generado por aquellos que pretenden que los demás sigamos cinco siglos más tragándonos sus banderas y la complicidad de tantos. Habría que ver que ocurriría si el miedo cambiara de bando como hubieran puesto, legítimamente, el grito en el cielo en sus voceros mediáticos. Sin embargo, carecer de mass media comprometidos con este pueblo y este país nos cuesta caro: que esta más que guerra, persecución de la bandera canaria, siga siendo tan silenciosa como efectiva.
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Sietesitios 2014
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